La Familia que reza unida, permanece UNIDA |
No faltan ratos de depresión y tristeza que ensombrecen, como nubes pasajeras, el cielo sereno y abierto de nuestra juventud. No faltan diarios afanes y preocupaciones inseparables de la existencia humana.
Con todo y esto, pensamos que la vida es muy buena, que es grande, que es hermosa, como algo divino, y lógicamente la amamos y la apreciamos, por eso la alimentamos, la cuidamos, la defendemos y procuramos vivirla en plenitud.
Pero nuestra vida encierra también interrogantes, y queramos o no éstos se asoman a nuestra mente y a veces nos fastidia, otras nos entusiasman y siempre nos hacen pensar. Y buscamos respuesta orientadoras a nuestras preguntas, que nos dejen satisfechos, la respuesta que procuramos la encontramos en nuestra fe cristiana, la tenemos en la Revelación divina y nos la brinda la misma Palabra de Dios, que es la eterna Verdad, son las siguiente:
¿A dónde voy y cuál es mi fin?
Hacia Dios debe orientarse nuestra vida, ya que El es el Fin último y supremo de todas las cosas creadas y también nuestro. Vamos hacia Dios, porque El nos quiere y espera para ofrecernos su amor y para compartir con nosotros y los demás hombres, nuestros hermanos, su felicidad, su Reino en la Tierra. Y no olvidemos que este fin es sublime y cierto. Miremos a él con firmeza y serenidad. Y tomémoslo como norte constante, sin que nos dejemos condicionar o desviar por otros fines falsos y engañosos.
¿Por qué estoy en el mundo?
Estamos en el mundo para cumplir con el proyecto que Dios mismo tiene sobre nosotros desde toda la eternidad. Que abarca la manifestación de su gloria y la consecución de nuestra felicidad. Y que se concreta, de nuestra parte, en tener fe en El, en buscar conocerlo siempre más y mejor, en amarlo sobre todas las cosas y cumplir con su divina voluntad.
Hubo y hay quienes desconocen o rechazan estas verdades básicas de la vida humana. Son aquellas personas que no creen en Dios y no aceptan, o desconocen, la Revelación que de si mismo El hizo a los hombre, para que todos puedan conocerlo de verdad y juntos caminen a su encuentro. Y al separarla de Dios, la vida pierde para ellos su auténtico sentido, ignoran de donde viene, desconocen a dónde van, y no saben cuál es el exacto que hacer de la existencia. ¡Que el error no nos engañe! Y ¡Ojalá! Sepamos discernir el verdadero significado de nuestra vida y de su inestimable valor en el tiempo presente, así como para la eternidad.